-¡Relamiauuuu, esta es mi manduquita preferida, mi mejor momento, amiguitos! ¡Un supermomentazo! Lo confieso, mi gran placer. Mi locura completa es hincarle el diente a la tetina. Yo, nada de chupar, así no avanzas nada. Como ya soy un gatito de más de un año, aprovecho mi dentadura, clavo el colmillo en la tetina y así voy empujando la lechita a toda máquina...

Mmmmmm, está calentita y riquísima. Me concentro mucho. Muevo las orejas de pura emoción, y a veces se quedan quietecitas, empujadas hacia atrás. Mi boca va rauda y veloz allí donde haya una teta de gata o, en su falta, una tetina de biberón. Vaaale, sé que ya no soy un gatito de teta, lo sé, pero sigo siendo un consentido y, la verdad, no encuentro razón para perder las buenas costumbres.


A punto estuve de decirle adiós a esta ambrosía. Por suerte, el otro día el veterinario le dijo a mi mami adoptiva que podía tomarla, con moderación, pero que podía. Ella tenía miedo de que pudiera sentarme mal, por aquello de que los gatos desarrollamos intolerancia a la lactosa. Pero tuve suerte, mucha suerte, y al volver del médico, me bastó maullar cuatro veces para volver a disfrutar de este placer tan divino. Pura ambrosía, amiguitos. Será porque me recuerda a mi mami, de la que me separaron una vez... ¡Te amo, mami!